El Hospital Quirónsalud Sagrado Corazón de Sevilla pone en marcha la primera Unidad de Entrenamiento Olfatorio de Andalucía para el tratamiento de pacientes con pérdida de olfato o hiposmia. Se trata de una terapia nueva, difundida en Europa pero que aún no está extendida en nuestro país.
En una nota de prensa, el codirector del Servicio de Otorrinolaringología de Quirónsalud Sagrado Corazón, el profesor Antonio Abrante Jiménez, explica que «la pérdida de olfato no causa consecuencias graves sobre el ser humano, por ello, es el sentido menos estudiado pese a su alta incidencia y su efecto en la calidad de vida de las personas que la padecen –afecta al sentido del gusto–, por lo que los pacientes pueden tardar entre seis y doce meses en consultar con el especialista».
Según los expertos, la pérdida del olfato o hiposmia afecta al 10% de la población. Generalmente, estos pacientes son tratados con corticoides nasales y sistémicos obteniéndose una escasa respuesta. Por su parte, el doctor Abrante propone el entrenamiento olfatorio como alternativa para este gran problema ya que, según indica, «está obteniendo resultados muy positivos».
Explica que el epitelio olfatorio en el ser humano se distribuye en el techo de las fosas nasales y está formado por tres tipos de células: células basales, neuronas sensitivas olfatorias y células de soporte. Asimismo, en esta región se sitúan unos 25-30 nervios olfatorios encargados de dirigir el estímulo detectado hasta las regiones cerebrales correspondientes. Estos últimos, según indica el especialista, «poseen la capacidad de regenerarse a lo largo de la vida, las células basales son capaces de regenerar el epitelio dañado –si se mantienen intactas ante una injuria–.
Además se sabe, continúa, «que esta neuroregeneración puede ser estimulada mediante la exposición repetitiva a odorantes». Basándonos en estas propiedades, «postulamos el entrenamiento olfatorio como una alternativa válida de tratamiento en pacientes con pérdida de olfato».
PÉRDIDA DE OLFATO Y CAUSAS
Así las cosas, señala que la pérdida de olfato puede ser: leve, moderada o grave. Las alteraciones del olfato leves o moderadas se conocen como hiposmia, mientras que una pérdida del olfato grave o total se conoce como anosmia.
La causa más frecuente de pérdida de olfato son las infecciones virales del sistema respiratorio superior: resfriado común, gripe, entre otros, y le siguen la alergia (rinitis alérgica), las enfermedades neurodegenerativas (Parkinson, Alzheimer, Huntington, demencia, depresión, envejecimiento), los traumatismos craneoencefálicos (producen un importante daño al neuroepitelio y al bulbo olfatorio) y los tumores.
Añade que la infección por el virus Covid-19 también produce en muchas personas una pérdida de olfato (anosmia). La anosmia suele ser uno de los síntomas iniciales y, por lo tanto, puede ayudar mucho a la identificación de personas portadoras del virus en fase iniciales de la enfermedad.
Según afirma el doctor Antonio Abrante, «ahora sabemos que en torno al 75% de las personas que son infectadas por el virus presentan anosmia, aunque solo tengan una infección leve.
Igualmente refiere, «la mayoría de los pacientes (el 80%) que han perdido el olfato por la COVID-19 se recuperan en un tiempo máximo de dos meses», por lo que el doctor informa de que, una vez pasada la COVID-19, en caso de no recuperar el olfato, «se debe acudir al especialista en otorrinolaringología y someterse a una exploración en profundidad».
UNIDAD DE ENTRENAMIENTO OLFATORIO
La detección y tratamiento de los trastornos del olfato requieren un estudio superespecializado de ahí, explica el profesor Abrante, «que hayamos creado la Unidad de Entrenamiento Olfatorio». Esta unidad, capitaneada por el doctor Juan Manuel Maza Solano, rinólogo de reconocido prestigio internacional, realizará un diagnóstico y tratamiento integral personalizado a estos pacientes.
Así, partiendo de una exploración nasal mediante un nasofibrolaringoscopio, junto a otras pruebas complementarios de imagen como la tomografía axial computarizada (TAC), o la resonancia magnética nuclear funcional (RMf), permitirán localizar el área afectada y determinar la causa concreta. Posteriormente se realizará una olfatometría para valorar el grado de olfato perdido.
La olfatometría permite estudiar la cantidad de olfato que ha perdido el paciente y la cualidad del olfato, detectando qué olores no reconoce o si existen interpretaciones anómalas: cacosmia (olores desagradables), disosmia (distorsión de un olor) o fantosmia (alucinación olfativa).
Con el resultado de todas estas pruebas, y una vez descartadas las lesiones endonasales, se podrá iniciar el entrenamiento olfatorio. No existe un tratamiento único para los trastornos del olfato, sino que debe ajustarse el tratamiento a la causa detectable, explica.
ENTRENAMIENTO OLFATORIO
Así las cosas, el entrenamiento olfatorio consiste en una serie de ejercicios que debe realizar el paciente que ha sufrido una pérdida del olfato para que vuelva a reconocer los olores. Mediante una selección de olores, el paciente entrena su olfato y su memoria olfativa. El funcionamiento se basa en la capacidad cerebral para identificar los olores, almacenarlos y recordarlos. Por ejemplo, un perfumista o un enólogo tienen una capacidad para reconocer y recordar olores muy superior a la media de la población, sobre todo, porque tienen el olfato muy entrenado.
El entrenamiento olfatorio es una rutina diaria de dos sesiones (mañana y tarde), de dos minutos durante, al menos, tres meses. Consiste en oler distintos frascos de aceites esenciales tratando de identificar cada aroma. Pasados los tres meses, se realiza una nueva olfatometría, para ver qué grado de mejoría se ha conseguido con el entrenamiento.
Según indica el doctor Maza, «en la experiencia que tenemos del tratamiento de la anosmia postviral, la más frecuente, el 50% de los pacientes recuperan el olfato tras un entrenamiento olfatorio de tres meses».
El entrenamiento olfatorio es un tratamiento fácil de aplicar, inocuo e indoloro que, en palabras del especialista, «ha demostrado su eficacia en pacientes con pérdidas de olfato de origen postraumática, postinfecciosa, neurodegenerativa e idiopática». Igualmente «mejora la capacidad olfatoria en el 30%-50% de los casos», ha zanjado.